sábado, 1 de septiembre de 2012

Lucerna

Luciérnaga (Del latín lucerna, candil, lámpara, y el suf. dialect. -ága, y este de or. prerromano).

1. f. Insecto coleóptero, de tegumento blando y algo más de un centímetro de largo. El macho es de color amarillo pardusco, y la hembra carece de alas y élitros, tiene las patas cortas, y el abdomen, cuyos últimos segmentos despiden una luz fosforescente, muy desarrollado.  (Real Academia Española)



Antes, muchos años antes, mucho tiempo antes, cuando llegaba la noche, llegaba de veras la noche. La noche era más noche. Desde abajo de los árboles, la sombra crecía, se enroscaba y tapaba todo. Todo quedaba oscuro.
La gente no podía alumbrar tanta oscuridad. Alumbraba un poquito, lo que podía: una vela aquí, una fogata allá, o una lámpara. En esas épocas que les digo, las lámparas se llamaban lucernas.
Costaba prender esas luces y también costaba mantenerlas encendidas.
Por eso sorprendían mucho a la gente unas lucecitas que se prendían en la noche en verano sin que nadie se tomara el trabajo de encenderlas. Andaban por los pastos altos y un momento estaban aquí, otro más allá y siempre parecían flores de luz.
A veces una flor de luz daba vueltas alrededor de otra flor de luz que se quedaba quieta. Se prendía y se apagaba, una vez aquí y otra vez allá, pero cada vez más cerca y más cerca de la luz que estaba quieta hasta que las dos luces se juntaban.
A los enamorados les gustaba mucho mirar ese baile de las flores de luz.
Los enamorados también salían de noche a visitar a sus enamoradas. La enamorada prendía una lámpara en su casa -una lucerna- para guiar a su novio. Y el novio se acercaba con su lámpara en la mano -otra lucerna-. El novio prendía y apagaba a veces la lucerna para esquivar a los perros y también al padre de la novia. Al final, el enamorado llegaba a la ventana donde brillaba la lucerna de la novia.
La gente desde las casas cuando miraba la noche de verano no sabía desde lejos qué luces eran de los enamorados y qué luces eran de las flores de luz.
Y como los enamorados con sus lucernas se parecían tanto a las flores de luz, la gente empezó a llamar a las flores de luz lucernas. Después las llamó luziérnegas y al final las acabo llamando luciérnagas.
Ustedes, a lo mejor, las llaman bichos de luz. Pero eso es porque no están enamorados. Cuando se enamoren, ya van a ver como las llaman luciérnagas.


Palabrelío, de Gloria Pampillo.